Tu sonrisa, sonrojo de amapola,
pertenece a los cielos más abriles
y pretendes llevarte mis alfiles,
mis torres, pues prefieres irte sola.
Lamento contrariarte en tu bochorno
pero mis intenciones no son puras.
Te comprendo. En las duras y maduras
tu corazón palpita como un horno.
Desatas los versares más candentes
y quieres que confine los latidos.
Me parece que estamos confundidos:
Tu eres, Musa, mis fuegos indecentes.
Autor: Jorge de Córdoba
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