Después de tanto tiempo, de bastantes
descalabros, nos vimos por sorpresa.
Sin querer, compartimos una mesa
recordando que fuimos dos amantes.
Las palabras tardaron en llegar...
y el silencio narró lo trascendente.
¿Qué fue de tu mirada incandescente...
del jardín que buscábamos quemar?
Hoy mi mente no busca ni te anhela;
hoy mi brama se prende en otra llama.
Sobra decir que corto de otra tela...
hilada con la gracia de una dama
incendiaria. Cual pábilo de vela:
Se prende y al momento nos inflama.
Fuiste, por mí, la escuela
en donde conocimos lo profano.
Ella es la Musa, dueña de un villano.
Autor: Jorge de Córdoba