se reúnen las luces del cielo.
Se derrite la capa del hielo
que recorre tu piel colorada.
Tu suspiro me dice que sientes
la descarga perfecta y marina.
Te transformas en luz que germina
en mis labios, mis dedos y dientes.
Los temblores que imprimes en todo
son el símbolo pleno en la entrega.
Es la danza perfecta a la brega
que ya brindas por darte a mi modo.
Autor: Jorge de Córdoba
Decasílabos
Acentuación 3,6,9
para después dormirte ya rendida.
Parece un laberinto sin salida
y en silencio las noches son más largas.
Las palabras no dichas son amargas
y buscan regalarte nueva vida;
perdona que de nuevo te lo pida
me enloqueces, me prendes y me embargas.
Buscaré que mis dedos te despierten
de una forma sutil y muy despacio;
sentirás que tus sales se divierten
al palpar con tus labios el topacio,
que se mojan, perfuman y convierten
en aliados brindando tu palacio.
Autor: Jorge de Córdoba
Soneto endecasílabo
por el monte candente de tus ríos
entregas tus jadeos siempre míos...
a fin de cuentas, hago lo que mande.
Acaricio tus bordes escarlata
buscando que liberes la candela
que prendes como el pábilo de vela
y mojas como el mar de dulce plata.
Tu temblor es la guía de mis besos
cuando tomas del agua blanquecina...
Este amor que jamás, jamás termina
nos lleva al paraíso de posesos.
Autor: Jorge de Córdoba
de manera que entregas cuanto tienes.
No sabrás si te vas o si te vienes
al tiempo que se moja tu beldad.
Tu boca entreabierta, enrojecida,
enmudece de forma tan sensual...
que me grita el por dónde y por el cual
pretendes que se vierta nueva vida.
Tu cuerpo, ya empapado de rubor,
se contonea presto, embravecido.
Se crece mi placer en tu alarido
envuelto entre la sal de tu sudor.
Autor: Jorge de Córdoba
y por esa humedad acidulada...
te sientes a los cielos elevada
buscando contenerte los gemidos.
No puedes, pues tus manos me obedecen
y acarician la fuente del placer.
De pronto te sacude un florecer
que crece si tus dedos desfallecen.
Respiras fuertemente, entrecortado.
Buscas disimular algún sonrojo...
Es mi placer el verte si te mojo
con las gotas de un fuego ya salado.
Autor: Jorge de Córdoba
te quema las entrañas sin cuidado.
Lo sostiene tu mano, mi señora,
en tanto que lo besas, por un lado.
Tus labios le acarician con malicia
dejando que se vierta en tu garganta.
Ya sientes el candor de la delicia
que se desliza, impulsa y se levanta.
Tu rostro sonrojado y ya brillante
indican lo que sientes cuesta abajo.
Es un calor fortuito y excitante
es el golpe al metal por el badajo.
Autor: Jorge de Córdoba
escucharte. De ahora en adelante
seré el explorador lanzado al ruedo.
Soy quien busca un suspiro ya excitante.
Preso por tus pilares sonrosados
me sumerjo en el mar de la cadencia.
Es mi derecho hacer que de tu esencia
broten fuego y temblores desatados.
La forma que respiras y te mueves;
tu voz entrecortada, sin aliento,
me transportan a ciegas cuando tiento
con mis besos. No importa si ya es jueves.
Autor: Jorge de Córdoba
pero tu aroma dulce incandescente
me enciende las entrañas de repente
y quiere te recorra con mi mano.
Ese suspiro ardiente, intempestivo,
delata lo que sientes en tu seno.
Tu sabes que mi vaso sigue lleno
y a tu lado se siente siempre vivo.
Tus dedos juguetean con mi brama
en tanto que tu boca es un reclamo.
Disfrutas que de pronto ya me inflamo
y rodamos al borde de la cama.
Autor: Jorge de Córdoba
para decirle cosas que me queman…
sabe que mis barcazas fuego reman
dando al olvido alguna oscuridad.
Causa que los latidos se desboquen
dentro de una armadura ya oxidada.
Agua que de lo dulce es ya salada
logra que los pudores se le apoquen.
Siento que su perfume me convoca
siempre que me sonríe a la indiscreta.
Busco que, por su diana y mi saeta,
vibre la sensación mas dulce y loca.
Autor: Jorge de Córdoba
Versos endecasílabos enfáticos
inspiradas ahí precisamente;
en el sitio anegado de repente
por tus sales ya libres de ataduras
tal vez comprenderías el calor
que te moja los labios y electriza;
sabrías que mi sangre tan mestiza
es hecha para darte más amor.
Es cierto: eres la dama, y yo, el pirata.
Sin embargo, la unión de los contrarios
es la gloria de pocos y de varios
es como un renacer que siempre mata.
Autor: Jorge de Córdoba
sacudidos y lentos... incendiarios.
Los instintos, salvajes presidiarios,
fortalecen tus fuegos y mareos.
Palabra incoherente y deliciosa
que se desliza sobre tu diafragma
nos quema cual si fuese nuevo magma
que te yergue en mi Musa, cuasi diosa.
Tu gesto incomprensible y belicoso
me aleja, me contiene y aproxima
al provocar colores en tu cima
y el temblor más sublime, más hermoso.
Autor: Jorge de Córdoba
de manera gentil y arrebatada.
Dibujaste en tus sales la premura
la pauta y desenlace de tormenta.
Disfrutamos tu fuego sobre el piso
visitando tus cumbres de bajada
al buscar que tu dulce calentura
nos lleve al precipicio y muerte lenta.
Me instruiste y llevaste paso a paso
para subir del todo la cadencia.
Omitimos el grito de advertencia
y llené hasta los bordes todo vaso.
Autor: Jorge de Córdoba
o la manzana dulce que atesoras.
No, mi reina y señora.
Hoy escribo apoyando las estrofas
en el vuelo de locos, cuasi Dédalos.
Tu sabes que mis versos te atesoran,
que describen tus fuegos empapados.
Hoy no pienso escribir, mi Musa Loca,
es tiempo de empaparme en tu rocío...
anegarme en la fuerza de tus olas
y que sientas lo dulce de mi brío.
Autor: Jorge de Córdoba
Una mirada plena de belleza,
de confianza, de garbo y lozanía...
pasea por la jungla y la maleza
de la ciudad, del pueblo o serranía;
despierta los instintos más salvajes,
dementes y carnívoros del hombre.
Una lucha de reyes y de pajes
que buscan o su número o su nombre.
Una mujer conquista cuanto quiere;
lo sabe, lo disfruta y lo provoca,
pues lanza una mirada que nos hiere
causando convulsión en mente loca.
Autor: Jorge de Córdoba
a cambio que permitas abrasarte
sabrías que la carga de mis dados
llevan al paraíso del gran arte.
Si te mostrase algunas travesuras
que acaricien tus sales transparentes
ya sabrás que las frutas más maduras
son aquellas que nublan nuestras mentes.
Si te robase el aire con mis dedos
hasta que se revienten tus reservas...
sabrías que lo bello en los enredos
es gozar el momento si te enervas.
Autor: Jorge de Córdoba
¿tal vez habrás estudiado?
Pero si no has vivido…
Si en verdad no has amado…
¿Para qué corchos has venido?
Lo que se atestigua con palabras
se debe sustentar con las entrañas.
Lo que se dibuja con fonemas;
podrán ser diamantes o gemas…
Pero si no has bebido
de la copa de los dioses
ni conoces el temblor de una reina…
Tu vida es agua muerta.
Tu vida… no vale la pena.
Autor: Jorge de Córdoba
en diálogos ajenos al aliento.
Tu cadera que lenta y ya sin trabas
dibujaba las ondas de los vientos.
Un suspiro me grita lo que sientes,
tus manos acompañan a mis dedos.
me guías a los mares más calientes
motivando gemidos francos, quedos.
Restriegas cuanto tengo con tus piernas
y elevas la cadencia que llevamos
cambiamos las caricias antes tiernas
por los mares en donde nos quemamos.
Autor: Jorge de Córdoba
Responsabilidad de un sentimiento,
del latido arrobado e imprudente
aunque lo escriba sobre el agua y viento
se quedará grabado de repente.
Se licuará con fuego entre tus sales,
en los pétalos húmedos e hinchados;
encontrarás lo bueno de mis males
en los roces discretos… recatados.
Entiendes que me inspiras y enloqueces…
que me tienes soñando en tu cadencia
aquella que entregaste tantas veces
pues cambiamos el nombre a la prudencia.
Autor: Jorge de Córdoba
temiendo despertarle una sospecha.
Te recuerdo: El amor no tiene fecha
pues regresa a tu pecho y mi costado.
Nos encontramos ¿dónde? No recuerdo.
Pero fue inevitable, incandescente,
el rubor en tu cuello y en tu frente
que me invita a pensar que ya te muerdo.
Y fue sonoro aquel latido fuerte
que palpitaba bajo de tu blusa...
Gozaste la mirada tan intrusa
que marcase el principio de mi suerte.
Autor: Jorge de Córdoba
y tu cuerpo encendido sobre el mío.
Me gusta que te muestres libre y loca
y hagamos del horario todo un lío.
Tu cadera disuelve los horarios
si se mueve frotando tu alegría
en mi pecho y mis dedos incendiarios
que tiemblan en tu fuego y energía.
Retienes los suspiros en tu pecho
al rodar y pedir que te comparta
el candor que se vierte sobre el lecho
escribiendo en tu monte roja carta.
Autor: Jorge de Córdoba
al saber que caminas por la acera.
No me importa el tañer de la campana
ni el color de la dulce primavera.
Me giro con premura y desespero
buscando ensordecer la convulsión
que despierta en mi cuerpo traicionero
pero nada... bendita confusión
¡Si me siento enervado solo al verte
y nacen las palabras más galantes!
El corazón me grita, ahora inerte,
tornando los momentos en instantes.
Autor: Jorge de Córdoba
para desparramar alguna esencia
que se convocará sin advertencia
a fuerza de mis besos impolutos.
Te gusta despertar de esta manera:
al sentir que te suben los calores...
Te delatan sonidos y colores
que se imprimen por toda tu cadera.
Tus suspiros se crecen con mi tacto
y no pienso acortar esta agonía
pretendo que se inicie nuestro día
incitando el temblor de nuestro pacto.
Autor: Jorge de Córdoba
encendidas que nacen de mi falo
extiendes el placer sin dilaciones
gozando la malicia mientras salo.
Pretendes absorber la blanca pulpa
con lenta picardía suplicante.
Sonríes diluyendo nuestra culpa
causando nuevas bramas al instante.
Te acuestas boca abajo en un deleite
mostrando tus anhelos empapados.
Es hora de que vierta nuevo aceite
en todos tus rincones preparados.
Autor: Jorge de Córdoba
que acarician el alma sin tocar un cabello,
son gratos y gentiles; tan perfectos y esquivos
que burlan toda calma brotando en un destello.
Despiertan sensaciones que suben del ombligo
quemando la garganta para trucar la voz.
Se tornan ovaciones que brindan dulce abrigo…
el suelo se levanta por un tiempo veloz.
Es como un taconeo que aprieta los pulmones
al sentir que se acerca la Musa de poemas.
Te sacude un mareo por todos los rincones
Y el alma siempre terca le aplaude mil dilemas.
Autor: Jorge de Córdoba
Versos alejandrinos a doble rima
es una campanada que patenta
el ardor que provoca en ti la menta
que planto con mi boca en tu panal.
Enloqueces catando mi delirio
de forma que me frotas en tus jugos.
Tus piernas que me atrapan como yugos
encienden ese pábilo en mi cirio.
Las sales que no mojan nuestras manos
perfuman, se evaporan y enloquecen.
Tus caderas me empujan y te mecen
y ofrendas lo mejor de rojos llanos.
Autor: Jorge de Córdoba
guarecida por años de experiencia.
Será que me pegaste en el cerebro
con la dulce mirada de mujer.
Será que apaciguaste la locura
provocando mareas argentinas...
Será que se presentan los tornados
nacidos en tus ojos azabache.
Será el sereno, acaso una propuesta...
el sonido que vibra en mi interior
tiene un nombre perfecto y definido
y por ella sonrío nuevamente.
Autor: Jorge de Córdoba
cerebro y corazón
como cara de un dado
cordura y sin razón.
Si pretendo olvidarla
tendré que darme prisa
necesito arrancarla
en decisión precisa.
El alma se revela
gritando ya exultante
su sentimiento vuela
buscando nueva amante.
Autor: Jorge de Córdoba
Serventesios heptasílabos
esa sonrisa fresca y cadenciosa.
No puedo cortejarte siendo diosa
y mi pecho se siente reventar.
Con ese pantalón tan desgastado
y esa blusa indiscreta con volantes
el mundo se congela en dos instantes
ya me tienes demente y atontado.
Es posible que busques mi demencia
de las formas tajantes e inauditas.
Si sabes que me matas y me excitas
¿para qué me sometes a un desarme?
Autor: Jorge de Córdoba
cuando pierdes el aire en un suspiro...
buscar se desorbiten tus jadeos
y que tus ojos griten ya cerrados.
Gozar que paladees los sabores
que se vierte en tu monte enrojecido,
es un deleite darte cuanto pides
en susurros gimientes in crescendo
Expones de tu carne lo más dulce
lo prendido y secreto de tu flama...
Reclamas que te llene con las sales
que se tornan perfumes en tus labios.
Autor: Jorge de Córdoba
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tan sonriente y discreta.
En un mundo de frágiles espejos
es un sorbo de vino, es un cometa.
Camina tan segura
que irradia gran belleza.
Mi corazón parece que se apura
y siento que revienta mi cabeza.
Feliz consigo misma
inflama los estantes.
Miro al mundo a través de un nuevo prisma
e imagino que fuimos siempre amantes.
Autor: Jorge de Córdoba
mucho menos tus ojos y cabello.
La memoria en sus curvas y maromas
es un cuaderno limpio, en un destello.
No recuerdo tu piel ni su textura,
ni siquiera la risa compulsiva
aquella que agitaba tu cintura
al mojarla en sudores y saliva.
No recuerdo el sabor de tu marea
ni la curva en tu espalda tan brillante;
ni el brillo de tu dulce y su jalea...
o el tiempo en que llegaste como amante.
Autor: Jorge de Córdoba
