Y, de pronto, me miras con cuidado
temiendo despertarle una sospecha.
Te recuerdo: El amor no tiene fecha
pues regresa a tu pecho y mi costado.
Nos encontramos ¿dónde? No recuerdo.
Pero fue inevitable, incandescente,
el rubor en tu cuello y en tu frente
que me invita a pensar que ya te muerdo.
Y fue sonoro aquel latido fuerte
que palpitaba bajo de tu blusa...
Gozaste la mirada tan intrusa
que marcase el principio de mi suerte.
Autor: Jorge de Córdoba
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