Facciones convulsas

En tanta oscuridad... nos ilumina

el calor que desprendes, si excitada,

revelas que tu vientre ya germina

frotando tu mansión así mojada.

Sumerges en tu carne mis deseos

en hurto descarado y tan sublime

que me causas lujuria en mil mareos...

así que con tu brama, solo dime:

que profane santuarios reservados

y enrojezca tu carne con fricciones...

que te inunden por tantos, tantos lados,

hasta que se convulsen tus facciones.

Autor: Jorge de Córdoba

Piernas cruzadas

El temblor que prefieres ofrendar

es aquel, clandestino e indiscreto...

cómo el viento en el sauce y el abeto

que los mece imitando olas del mar.

Ese suspiro lento, tan pausado,

con las involuntarias sacudidas...

es copar de tu cuerpo las salidas

y catar tu sabor acidulado.

Cuando cruzas las piernas en protesta

queriendo retener tus sensaciones

es el grito de mil invitaciones

que vibran como cuerdas de una orquesta.

Autor: Jorge de Córdoba

Una vida en acción

Existe en nuestras células la sombra

del deseo profano y más carnal;

aquel que se matiza y no se nombra

salvo con la mirada sin final.

El fuego en la penumbra de bramidos,

aquel que se liberta en la fricción

es el padre de todos los fluïdos

selectos de una vida tras la acción.

Cuando nuestras caderas se entrelazan

en combates de dulces embestidas

sabemos que los soles amenazan

con robarnos el resto de dos vidas.

Autor: Jorge de Córdoba

Quemando la pista

Tu aroma de café y ron colombiano,

así como el azúcar de la costa...

recuerda lo mejor del meridiano

y la entrada a tu mar, sutil y angosta.

El perfume a coral en tu cabello

me transporta a las playas de Oaxaca

el picor por amores con tu sello

enloquece en mi toma, con tu daca.

No hay duda que el océano calienta

los detalles ocultos a la vista.

Así que desde el centro nos revienta

quemándonos las mesas y la pista.

Autor: Jorge de Córdoba

El dulce de tu abismo

Uno a uno, tus poros por rendirse,

se electrizan de forma sugerente

las descargas del rayo, que inclemente,

derriten lo que queda por vivirse.

Tu flor humedecida en el deseo

liberta los aromas tan preciados.

Rodamos por la cama estando liados

andando tus caminos de paseo.

Quiero que te enrojezcas en mutismo

que tu aliento se escape sin remedio

cada vez que sumamos el asedio

a la caza del dulce tras tu abismo.

Autor: Jorge de Córdoba

Jadeo involuntario

Lo que pueda escribir en los resquicios

de tu piel, me transforma en una fiera

descarnada, inclemente, pendenciera

que te lanza al calor y precipicios.

Tiemblas cuando mi pluma se desliza

por la línea candente en tu figura.

Sabemos que al placer jamás se apura

y gusta que te veas más rojiza.

Jadeo involuntario en el espasmo

vertido por tu plexo cuando tomo

lo mejor de tu nido con aplomo

vertiendo la candela del marasmo.

Autor: Jorge de Córdoba

Tomo tu invitación

Tenemos un segundo decantado,

el preciso momento que respiras

del elixir futuro en el pasado

gritando si te encoges, si te estiras.

Sujetas en la sábana el embate

que recibe tu centro de mi miembro.

Pretendes que renazca y que me mate

en todas las caricias que te siembro.

Temblamos cuando invitas a que funda

con mis ganas tus cuencas más secretas.

Así que de manera más rotunda

tomo tu invitación y piel completas.

Autor: Jorge de Córdoba

Las dulces fibras

El marfil de tus torres nacaradas

es una invitación a enrojecer

los pétalos de Musa, de mujer,

con caricias intensas, delicadas.

Subir la intensidad conforme vibras,

gozando del sonido de tu aliento...

Sentir tu corazón al mil por ciento

es tensar, una a una, dulces fibras.

En tanto que tu cuerpo se humedece

mis dedos hurtan fuego de las gotas

vertidas. Es volar con alas rotas...

revivir un segundo que perece.

Autor: Jorge de Córdoba

Plegarias y sexo

Es hora de bebernos la piel y la conciencia,

separando las formas sutiles de las prestas

quitar en los infiernos la cruel indiferencia

y formar nuestras normas en las sumas y restas.

Es hora del mareo, del dulce agotamiento,

encarnado en las pieles del rojo más erótico...

gozar el contoneo que muestras y que siento

al mojarme en las mieles con tu sabor hipnótico.

En tus sales respiro los temblores profanos

que emites en la prisa por alcanzar el fuego.

Yo, la tinta; tú, el papiro. Son dibujos sin manos

que con la sangre y brisa son plegarias en ruego.

Autor: Jorge de Córdoba

Escribir en ti

Escribir poesía en la textura

de tu piel... es volar en las caricias;

es robar del aliento la premura

y beber tu sabor en sus primicias.

Escribir poesías en tu monte

es viajar con la fuerza de las luces

de un aliento rendido cual Caronte

que le lanza a la muerte sangre y bruces.

Escribir poesías en el fruto

que guardas con el celo de vestales

es llegar hasta un cielo disoluto

que funde nuevamente los cristales.

Autor: Jorge de Córdoba

Suspiros quedos

Respiras mis pasiones tan despacio...

que robas de mis sales sus motivos.

El momento culmina estando vivos

y cerrando tus ojos de topacio.

Ya sujetas mis ganas con tus dedos

y sumerges el tallo en tus entrañas,

así, que reventamos las castañas

con suspiros candentes y más quedos.

Poco a poco extendemos nuestra entrega

y desbocas tu instinto más primario.

Sin importar la fecha o el horario

afloramos tu piel en toda brega.

Autor: Jorge de Córdoba

Tu gloria alumbra

Sostengo los suspiros que se escapan

de tu pecho inflamado en el deseo...

cada roce produce su mareo

en tanto que tus jugos nos empapan.

Me sacio de tu cuenco con su fruta

suculenta, carnosa en su carmín,

llegamos al cenit, en el confín

con la forma demente, brava y bruta.

Tomas la rienda y subes a la cumbre.

Me gusta verte entera mientras flotas

dejando que resbalen dulces gotas

de tu gloria logrando que me alumbre.

Autor: Jorge de Córdoba

Lo sutil de tus praderas

La oscuridad permite que te vea

con mis labios tocando, parte a parte,

el cuenco que contiene tu marea

sin que puedas gritarlo o escaparte.

Me gusta paladear en tus caderas

la textura que llevas con orgullo,

beberme lo sutil de las praderas

y el premio que resguarda tu capullo.

Cuando cierro los ojos se me afinan

los sentidos con fuego irreverente...

Así, que tus espasmos no terminan,

y viertes tu perfume sugerente.

Autor: Jorge de Córdoba

Sábanas revueltas

Cascada de centella y parpadeo...

golpe de marejadas abatidas.

El aire te acaricia en contoneo

al ver tus alas briosas y extendidas.

Esperas sobre sábanas revueltas

a que culmine besos clandestinos

el deleite que imprimes a tus trinos

es fuerte cuando tomas, cuando sueltas.

Tu cadencia preñada de arrebatos

acelera y detiene los convites.

Ya sientes que por dentro te derrites

y sueltas mis momentos insensatos.

Autor: Jorge de Córdoba

Tu amor es el rocío

El dulce de tu amor es el rocío

que nutre nuestros campos de placer.

Empapamos tus gajos de mujer

escapando de dudas y del frío.

Tus temblores me dicen cuanto gozas;

-no es menos mi deleite desatado-

tu cuerpo se derrumba de costado

en jadeos que emites cuando rozas

mi pecho con tus labios ya rojizos.

De momento te sientas a horcajadas

pidiendo que te sane a lengüetadas

y prolonguemos todos los hechizos.

Autor: Jorge de Córdoba

Momentos de burdel

¿El amor - me preguntaste- vive en la duda y dolor?

Caímos de nueva cuenta con los deseos nocturnos

y con fuego me aliviaste regalando tu sabor

en tarifa compra - venta de momentos taciturnos.

Apagaste un cigarrillo con precisos movimientos

rozando con tu rodilla mi deseo más primario.

Nuestra vida no es sencilla: Tú, la Musa; yo, el corsario.

De pronto, aparece un brillo en los amantes de los vientos

apostándonos la gloria, dejamos la rienda suelta

sin importar la comparsa, nuestro mundo es de lujuria.

Olvidamos que la farsa vive contenta en su furia,

que nacimos de la escoria, giro a giro, vuelta a vuelta.

Autor: Jorge de Córdoba

Musa y Café

Entrecruzas las piernas con descaro

y miras de reojo sutilmente...

intentas provocarme cruel reparo

al besar tu café tan de repente.

Tu pierna se descubre poco más

y disfrutas llenarme de zozobra...

¡Mujer de tentaciones, que jamás

detienes tus danzares de la cobra!

Incluso la manera que sujetas

la vajilla... provoca más latidos.

Tu sabes que me gustas... y me retas

dejando mis versares confundidos.

Autor: Jorge de Córdoba

Tus gotas caen

Se queda la caricia retratada

en las sábanas húmedas de sal

después de recibir el vendaval

que deja tu cadera desatada.

Despiertas con el fuego predispuesto

y quieres que se sacie mi demencia;

así que me regalas la cadencia

gemido tras gemido... sal y gesto.

Buscas que tus pezones me distraigan,

los rozas dulcemente con mi falo.

Te dices buena, cuando soy el malo...

y dejas que tus gotas solo caigan.

Autor: Jorge de Córdoba

Peligrosa mujer

Peligrosa mujer de tentaciones

incendiarias y plenas. Con diversas

locuras y pasiones tan adversas

transformas el amor en abrasiones.

Amoldas lo gentil a lo salvaje

sazonado de sales y claveles.

Así que se sacuden los canceles

y nuestra cama goza tu potaje.

El fuego se desliza por algunas

de tus formas repletas de sabor.

Mi latido desboca, cual tambor,

y porta vibraciones a tus lunas.

Autor: Jorge de Córdoba

Sal y aceite

Estoy ciego en ceguera voluntaria

pues quiero con mis manos conocerte

probar de tu secreto, ahora inerte,

la fruta prometida e incendiaria.

Estoy sordo en sordera descarada

a temblores ajenos a tu seno.

Hoy quiero que contengas al moreno

que se sacia en tu sal azucarada.

Es mi tacto el señor de los deleites

y quiere que revientes de placer;

que viertas tu perfume de mujer

mientras que transformamos los aceites.

Autor: Jorge de Córdoba