No quiero ni mirar por la ventana
al saber que caminas por la acera.
No me importa el tañer de la campana
ni el color de la dulce primavera.
Me giro con premura y desespero
buscando ensordecer la convulsión
que despierta en mi cuerpo traicionero
pero nada... bendita confusión
¡Si me siento enervado solo al verte
y nacen las palabras más galantes!
El corazón me grita, ahora inerte,
tornando los momentos en instantes.
Autor: Jorge de Córdoba
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