Lo siento, mi señora, ya no puedo
escucharte. De ahora en adelante
seré el explorador lanzado al ruedo.
Soy quien busca un suspiro ya excitante.
Preso por tus pilares sonrosados
me sumerjo en el mar de la cadencia.
Es mi derecho hacer que de tu esencia
broten fuego y temblores desatados.
La forma que respiras y te mueves;
tu voz entrecortada, sin aliento,
me transportan a ciegas cuando tiento
con mis besos. No importa si ya es jueves.
Autor: Jorge de Córdoba
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