Me declaro
culpable sin protesta
pasmado por
tu cuerpo humedecido.
Calientas el
rincón de nuestro nido
con pícara
sonrisa manifiesta.
Llevas
encadenados mis reflejos
con toda
alevosía e incongruencia
después de
señalar mi penitencia
me derrites
y llamas desde lejos.
Me llego a
tu escondite en madrugada
y rapto lo
mejor de tus delicias.
Es cierto
que por siempre me desquicias
con candente
sal desesperada.
Autor: Jorge
de Córdoba
No hay comentarios:
Publicar un comentario