La sangre se compacta y distribuye
en el monte indiscreto de la espera,
enrojece la cuenca de la esfera
y la sal se derrite mientras fluye.
Otorgas tus aromas suculentos
mientras sujetas carne en los sudores,
para llevarla puesta en los ardores
y recibir empuje de los vientos.
Los rubores delatan tu agonía
tras el grito que prende la intención
lapidamos en tiempo y la ocasión
quemando con mis manos tu manía.
Autor: Jorge de Córdoba
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