De todos las blasfemias y pecados
me condena el mayor de todos ellos.
¡Si me fundí, por piernas y cabellos,
en las diosas de todos mis hermanos!
De los cielos no pido su perdón...
para leyes me sobran las excusas.
Sus caricias ardientes y difusas
me condenan a todo paredón.
Los verdugos preparan las hogueras
y Lucifer ya brinca de jolgorio...
Me robé las amantes del Tenorio
y bebí del sabor en sus caderas.
La mujer, que merece mil detalles,
que sabe lo que vale y lo que tiene,
me enloquece al momento que se viene
flotando por las sábanas o calles.
Autor: Jorge de Córdoba
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