Si nunca me dijiste qué sería
renacer en tu cuerpo cuando moría
en la dulce explosión, que seductora,
me lleva con temblores más convulsos
al límite del cielo y del infierno.
De pronto transformaste, entre lo tierno,
mis locuras, mis rabias, mis impulsos...
Sujetaste en el plexo mi bramido
uniendo la caricia a tu cintura.
El fuego del amor ya me procura,
dejándome completo y consumido.
Autor: Jorge de Córdoba
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