El viento que
acaricia la pradera
despeina tu cabello con mis dedos.
El roce de mi labio en tu cadera
renace en los temblores siempre quedos.
Veremos si revives, primavera,
con suspiros de tilos y remedos...
En tanto tu fortuna, la primera,
se queda con mi flama ya sin miedos.
Me provoca el color de tus mejillas
cuando respiras fuego consumado.
Brillan, se tensan. Tiemblan y sacuden
mojadas por mi mano en tus orillas
mientras que te estimulan con cuidado
y todos los temores nos eluden.
Jorge de Córdoba
despeina tu cabello con mis dedos.
El roce de mi labio en tu cadera
renace en los temblores siempre quedos.
Veremos si revives, primavera,
con suspiros de tilos y remedos...
En tanto tu fortuna, la primera,
se queda con mi flama ya sin miedos.
Me provoca el color de tus mejillas
cuando respiras fuego consumado.
Brillan, se tensan. Tiemblan y sacuden
mojadas por mi mano en tus orillas
mientras que te estimulan con cuidado
y todos los temores nos eluden.
Jorge de Córdoba
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