No pidas que te olvide, es improbable.
Si después de beber de tu rocío
quemaste toda nieve, todo frío,
y usaste el dulce filo de mi sable.
Es cierto, un caballero y su memoria,
resguardan los secretos de una dama.
Nadie conocerá que de tu flama
trenzamos mares locos de una noria.
No conozco tu nombre, pero tengo
la firma de tus dientes en mi pierna.
Tu fuego me motiva y hoy gobierna
me dice que me vaya, cuando vengo.
Autor: Jorge de Córdoba
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