Me muestras tus columnas, hoy, abiertas.
Abatidas, mojadas de placer.
Permites a mi falo recorrer
tus llanuras con sales que despiertas.
Sonríes con maléfico descaro
al morder la falange de tu dedo.
El corazón, en grito cuasi quedo
se sacude latiendo en un disparo.
Con tus senos, libertos de ropajes,
provocas que mis labios ya saliven.
Derramamos caudales que reviven
desgarrando mi fuego en tus encajes.
Autor: Jorge de Córdoba
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