El perfume que flota en la ciudad
es la fuerza feliz de un sentimiento.
Figuras que las nubes, por el viento,
revelan picardía en tu maldad.
Despiertas mis instintos de apareo
y sabes desatar a los demonios.
Mis sentidos presentan testimonios
de tu sabor sintiendo un gran mareo.
Después de caminar siguiendo tu huella
te encuentro, como siempre, tan lozana.
Eres el campanario y la campana...
eres la Musa y fuego que destella.
Perdona, soy un necio redomado,
pero lo que provocas me enloquece.
El mundo se desluce, empequeñece,
al probar de tu cuerpo lo salado.
Autor: Jorge de Córdoba
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