¡Me llevan los demonios de herejías!
¿Para
qué enamorarme de una diosa?
Me
veo sometido a sus manías
sujeto
a su mirada belicosa.
Ya
camina descalza, desprovista
de
ropa. Me enloquece con el brío
con
que su seno salta a la conquista
dejándome
atontado, cuasi crío.
Si
se muerde los labios; me derrite...
Y
la muy condenada ya lo sabe.
Si
la llevo despacio hasta que grite
pugna
porque mi fuego se le grabe.
Autor:
Jorge de Córdoba
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