Recuerdo la lujuria que despiertas
al momento de verte sorprendida,
cuando tienes tus piernas tan abiertas
causando que mi sangre cobre vida.
No puedo contener alguna idea
que me lleve al delirio por tu espalda.
Tu aroma me confunde, me marea,
añorando tu fruta y su guirnalda.
Es cierto, soy un loco depravado;
me declaro culpable sin remedio.
Pero busco tu cuerpo ya mojado
por la caza y contienda del asedio.
Autor: Jorge de Córdoba
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