Esa mirada dulce e incendiaria
que se torna apremiante y tan famélica,
es noche de ternura, un tanto bélica,
que reclama caricia más corsaria.
La picardía llena nuestras manos
con la sal derramada con descuido.
No importa si causamos mucho ruido
esta noche los dioses son insanos.
Se enrojece tu vientre con las gotas
de sudor perfumado en la refriega.
El fuego es una sala solariega
en donde retozamos bravas notas.
Autor: Jorge de Córdoba
No hay comentarios:
Publicar un comentario