Esa mirada dulce y desafiante
repleta de la esencia más sublime
me reta a que jamás, jamás termine
y prenda mi demencia no galante.
Me prendes lo salvaje del cortejo
al mostrar tu secreto ya encendido
despiertas por el ángel que caído
te llevas como diosa en un espejo.
Tus senos se friccionan en mi pecho
mientras tu monte quema mi rodilla;
expones el cabello y gargantilla
reclamando lo tuyo por derecho.
Autor: Jorge de Córdoba
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