en las miradas dulces de la Musa.
Me dicen que traspaso las fronteras
y yo solo recuerdo sus caderas.
Reclaman que lo cóncavo y convexo...
cuando solo interpreto de su sexo
la perfecta tonada de bondad
que prodiga candores y verdad.
Una mujer pensante es tan erógena
como el intoxicarse con café.
Mientras viva no siento penitencias...
ni aplaudo a los cerebros enlatados:
Mi poesía nunca fue reclusa.
Autor: Jorge de Córdoba
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