Escuchaba canciones plañideras
plenas de una alegría improvisada...
debo reconocer, sentí la nada,
la rabia del vacío y sus maneras.
Me faltó el aire, tanto, pero tanto...
que abatí las ventanas y las puertas
rogando que mis células ya muertas
latieran en un nuevo y fiero canto.
Con restos de la arritmia aún por dentro
y temblando de forma vergonzosa
me clavé las espinas de una rosa
besando por sus pétalos el centro.
De pronto, regresaron los latidos
y la sangre arremete nueva vida.
Mi mente, todavía confundida,
escucha tus temblores y bramidos.
Autor: Jorge de Córdoba
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