Perdone que lo diga: usted me gusta.
No importa que se siente sorprendida
pues en los callejones sin salida
se enfrenta la verdad que nos asusta.
Comprendo que su voto en castidad
imponga una distancia de respeto.
Perdone, mi señora, la maldad
pero juro intentar seguir discreto.
Es culpa de sus dioses y sus santos
que usted sea la Norma que me excita.
No me importa que vista con los mantos...
su aroma, me enloquece pues invita.
Autor: Jorge de Córdoba
El hábito no hace al monje...
ResponderEliminarEs sólo un disfraz.
Desde luego.
Eliminar¿Será que este sentimiento ya ha cambiado y sigue presente ?
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