Llevas la brujería del encanto
en miradas coquetas y encendidas.
Reconozco que vales muchas vidas
y aplacaste la duda de lo santo.
Esa sonrisa pícara y silente
arranca los latidos más sonoros.
Las pasiones me brotan por los poros
y mi cuerpo se torna más caliente.
Derramas una sal, que perfumada,
se evapora invitando a mi demencia.
Me cautiva tu ritmo y la cadencia
que imprimes con cautela, de pasada.
Autor: Jorge de Córdoba
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