Inexplicable centro del ocaso,
intenta amanecer en la ciudad...
sin embargo, se encuentra tu beldad
apurando los tragos a mi vaso.
Tu sonrisa captura mis sentidos,
no se diga tu blusa delatora.
Desvías tu mirada sin demora
después de provocarme dos gemidos.
Bien sabes que tu fuego ya me escalda
y disfrutas prenderme los tizones.
Tus perfumes libertan mis bridones
pues agitas las piernas y tu falda.
Autor: Jorge de Córdoba
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