Escuché tus jadeos convulsivos
a través de los muros de la casa.
Tu placer que me invita y amenaza
a escribir en renglones nunca míos.
Encontramos después de tanto tiempo
que tu cuerpo se amolda a mi pecado.
Así que me bebí tu dulce mano
después de que jugaste donde quiero.
Tus alas se abatieron de cansancio
y muestras lo dispuesto de tu nido...
La sal desparramada con un hilo
de dulce ensoñación, candente labio.
Autor: Jorge de Córdoba
Endecasílabos asonantes
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