tocamos el orgasmo
con mis besos.
Dejamos que salieran
mil quejidos
siendo, por un
momento, muy traviesos.
Subiendo de gemidos
hasta orgasmos
el placer deshebró
las amapolas.
De lo quedo a
fervientes entusiasmos
mis manos dibujaron
nuevas olas.
Los orgasmos
prendieron el placer
causando los gemidos
delirantes.
El aliento se pudo
deshacer
al quitar de tus
hombros los tirantes.
Autor: Jorge de
Córdoba
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