Respiré tus pecados más candentes
plasmados en perfumes sugestivos.
De pronto... nos sentimos más que vivos
saldando viejas deudas ya pendientes.
Es cierto, restringimos el encuentro
en los meses tortuosos de la nada.
Respeté tu promesa de casada
recordando el candor desde tu centro.
Y, de pronto, apareces en mis versos
retratada de forma tan perfecta...
que levanto la vista, en curva recta,
logrando que retiemblen universos.
En tus ojos se plasma la experiencia,
en mis manos se vuelcan los latidos...
Es cierto, parecemos confundidos,
y renace, de nuevo, la impaciencia.
Autor: Jorge de Córdoba
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