Apenas son las once y ya te extraño.
Ya con algunos cafés en la cuenta,
de pagar las mudanzas y la renta
de intentar olvidar, rencor y daño.
El tiempo que no sirve a mi sosiego
me pasea en lugares clandestinos.
Extraño tus perfumes y tus vinos,
me muero por tu charla, no lo niego.
No se diga que sueño tu cadera,
que anhelo los momentos a destajo;
los segundos robados al trabajo
cuando quemamos esa primavera.
Y no tiene remedio esta cuestión:
Aún estando lejos me enloqueces.
Ya pagué con recargos y con creces
el arder por tu mar y su fricción.
Autor: Jorge de Córdoba
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