En un paseo lento y belicoso
mis dedos descubrieron el sabor
que se escondía dentro del ardor
de tu fruto escarlata y delicioso.
Atajaste mi dedo en tu rodilla
invitando a placeres más discretos.
Provocas mis delirios ya completos
separando tu cuerpo de la silla.
Levantas la cadera al exponer
el paraíso exento de ropajes
incitas a tornarnos más salvajes
en la flor que suplica enrojecer.
Autor: Jorge de Córdoba
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