Cierras tus ojos, juntas nuestros dedos...
expones tu cadera a mis sentidos
vertiendo los perfumes y alaridos
que opacan tus suspiros, antes, quedos.
Tus columnas abiertas claudicaron
su misión de guardar la dulce fruta.
Me llevas cuesta arriba por la ruta
del jardín donde nunca te llevaron.
Sujetas mi cabello en mil reclamos
y buscas de mi boca la tortura.
Como siempre, la noche nunca dura,
y con estas pasiones despertamos.
Autor: Jorge de Córdoba
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