Perdona que describa la textura
que viertes de tu pétalo escarlata.
Ese veneno dulce que me mata...
el que bebo sujeto a tu cintura.
Perdona que te cause más ardores;
que ahora sanarán con besos calmos.
Pretendes escudarte entre los salmos
cuando intento robarte más amores.
Perdona que no escuche los fonemas:
me guía tu perfume incandescente.
Lo sabes. Y de pronto, de repente
me exiges que te roce con mis yemas.
Autor: Jorge de Córdoba
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