En aquella sonrisa de traviesa
encontré laberintos y mareos.
El instinto me grita y se confiesa
buscando, por tus causas, ajetreos.
Escrito en servilletas y manteles
intercambiamos números privados
invertimos de pronto los papeles
dejando los instintos desbocados.
Dejamos ese bar sin consecuencias
aparentes. El fuego que prendimos
acabó con el frío y las dolencias
exprimiendo las uvas y racimos.
Autor: Jorge de Córdoba
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