Estábamos dormidos o despiertos
en un grito candente y convulsivo.
En un roce sutil, fugaz, lascivo
vertimos nuestros cielos, por ti abiertos.
Tu seno se quemaba con mi boca
en tanto que los mares ya se agitan.
Nuestros ojos que claman y que gritan
se cierran como al golpe de la roca.
El mástil de mi barco entre tus dedos
obedece la ruta que le impones,
siguiendo los perfumes y blasones
tras pétalos mojados y más quedos.
Autor: Jorge de Córdoba
Sensual y hermoso. Saludos
ResponderEliminarGracias por leerlo y comentarlo. Saludos.
Eliminar