Descubro que tu aroma me envenena
la sangre, las entrañas, los sentidos.
Se me aceleran raudos los latidos
en estampida loca y siempre buena.
Esta arritmia demente y perfumada
me motiva a buscarte por doquier.
El tiempo se detuvo desde antier;
la distancia se torna en una nada.
Mi paladar recuerda tu sabor
y se frotan mis dedos por anhelo
envidio todo al sol, que por tu pelo
te acaricia y te causa nuevo ardor.
Autor: Jorge de Córdoba
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